Una foto de la verdadera Argentina

a sEIS AÑOS DE SU FALLECIMIENTO, RECORDAMOS a ESE GRAN PERIODISTA QUE FUE PEPE ELIASCHEV

Estimado/a lector/a: Me tomo el atrevimiento de titular como lo hiciera el gran periodista Pepe Eliaschev en una de sus últimas columnas, narrada casi con una brisa de vaticinio de lo que vendría tiempo después. Agosto de 2014, allí se gestó esta nota que nos interpela y nos invita a trabajar la memoria y el recuerdo de ese excelso periodista que fue (y seguirá siendo) José Ricardo Eliaschev, a seis años de su fallecimiento.

“Las urgencias nunca terminan, siempre se renuevan. En un punto es como si el país no pudiera o no supiera vivir al margen de la excepcionalidad”. Aquella Argentina de 2014 no difiere mucho de ésta de 2020. Mientras son varios los países que se escabullen en la búsqueda de las soluciones a sus problemas o persiguen la manera de poder hacer más amigable las oleadas y embestidas de la pandemia, Argentina “soluciona” sus conflictos con más conflictos. O mejor dicho, “soluciona” sus grietas con más grieta. Sino desde allí, no se explica que, en el año más arduo a nivel nacional e internacional de los últimos tiempos, con cifras preocupantes de pobreza e indices alarmantes de perdida de empleo y del valor del salario, este gobierno quiera volver a agitar las aguas con el ingreso parlamentario del proyecto para la legalización del aborto. En esa combinación de frases, Eliaschev coqueteaba con una lógica predictiva mcluhiana y ya develaba un panorama que bien podría haberse escrito por estos días respecto de la incapacidad de vivir al margen de la excepcionalidad.

Pepe presentía el fuego de las crispaciones internas argentinas, “como un país crónicamente peleado con su destino”. Ese concepto que hoy sirve para analizar nuestra sociedad pendular y dual. ese concepto de la grieta, ya había tenido manifiestos escritos por su elegante pluma, mucho tiempo atrás. Un concepto fatídico que, parece, no tiene fecha de vencimiento y que, día a día va in crescendo. La variedad de su léxico era notable con una gran pasión por el idioma español, un idioma que hoy está lastimado por lenguajes inclusivos que no lo son tal o palabras inconclusas que adulteran el sentido de las mismas. “…si las palabras nos confunden, si les atribuimos significados diversos y hasta contradictorios, lo que sigue es un galimatías caótico. Y ese galimatías caótico, en definitiva, concluye en un Apocalipsis de los sentidos” había ilustrado Pepe, en otra inolvidable nota de su autoría titulada Palabras Impresas. En ese romance gramatical y semántico también convivía un compromiso con la información que hoy, por acción u omisión, muchos periodistas han dejado de lado

Las columnas de Pepe Eliaschev continuarían teniendo una vitalidad inmensa y mejorarían indudablemente el quehacer periodístico y con ello el pensamiento crítico de “esto que pasa” en nuestro país

En estos tiempos donde son pocos los periodistas que valen la pena ser escuchados, que valiosas serían algunas de sus columnas para intentar desmenuzar una radiografía cruda y real, fiel a su estilo, de esta Argentina que por momentos resulta absurda e irracional. Cuanto de actualidad tendría ese “desmadre que encarga un gobierno habituado y además seducido por los gestos altaneros, disfrazado de una mesura amigable que en verdad no admite”, con el que desnudó los últimos meses del segundo gobierno de la actual vicepresidente. “Gestos altaneros disfrazado de una mesura amigable”. Ya lo decía Marx: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa.

Es que las palabras de Pepe Eliaschev continuarían teniendo una vitalidad inmensa y mejorarían indudablemente el quehacer periodístico y con ello el pensamiento crítico de “esto que pasa” en nuestro país. “Cultura significa, para Pepe Eliaschev, conciencia cívica” parafraseaba el filósofo Santiago Kovadloff en una columna en aniversario a su muerte hace algunos años. Y añadía que “sin sustancia cívica, el conocimiento puede ser fácilmente manipulado por los oportunistas de turno y demagogos de siempre”. Identificado con Raúl Alfonsín, Eliaschev siempre hizo culto de su responsabilidad cívica, aunque esto le trajera más sinsabores que alegrías.

“Este será uno de los legados más dolorosos de esta década extensa, la confusión entre consignas y esencias, la manipulación de valores nobles deliberadamente emponzoñados con supuestos principiamos que son puro oportunismo y crasa demagogia” concluía en ese artículo que parece escrito por estos días, sobre una Argentina que ya se presumía compleja y de destino equívoco. La manipulación de valores nobles sumergidos en el mar del oportunismo y la demagogia parece ser uno de los tantos serios problemas estructurales que Eliaschev veía en nuestro país y que, indudablemente, le costará a muchas generaciones poder erradicar esos insanos vicios de nuestra sociedad.