¿Qué está pasando en Biellorrusia?
Las protestas en Europa Oriental han mostrado su capacidad expresiva después de 26 años, pero al mismo tiempo son una clara evidencia de las dificultades que se presentan en Bielorrusia para avanzar a un país más democrático. El principal motivo de este devenir ha sido —un posible fraude electoral por parte del gobierno de Lukashenko— quien ocupará el mando por sexta vez consecutiva, pero los analistas consideran que a ello también se ha sumado una economía tambaleante y una mala gestión durante la pandemia del coronavirus como otras principales fuentes de descontento.
Las elecciones presidenciales y el posible fraude electoral fueron el desencadenante de la crisis:
La nueva crisis política que atraviesa el gobierno de Lukashenko se originó un día después de las elecciones del 9 de agosto tras conocerse su triunfo con un 80 por ciento de los votos contra un 10 por ciento que obtuvo su opositora, la joven Svetlana Tijanóvskava, lo cual le ha permitido al líder bielorruso permanecer cinco años más al mando de Bielorrusia. Sin embargo, una semana después de su reelección la tensión aumentó aún más donde cerca de 200.000 manifestantes coparon el centro de la capital, Minsk y otras ciudades, dando lugar a una de las protestas más grandes de la historia del país, con el fin de presionar la salida de Lukashenko a quien la oposición acusa de haber hecho fraude electoral, pero hasta el momento el mismo no ha dado señales de querer abandonar el mando e incluso ha recurrido al presidente ruso, Vladimir Putin en busca de ayuda.
Fueron muchas las voces que se promulgaron a lo largo y ancho del país para pedir la renuncia del presidente Lukashenko, el motivo de las movilizaciones ha sido porque consideran que las elecciones han sido un engaño para una nación que posee cerca de 9,5 millones de habitantes, pero las manifestaciones, que en un principio fueron pacificas terminaron con una serie de enfrentamientos y se han vuelto una de las caras más violentas del gobierno de Lukashenko, donde la policía reaccionó con extrema violencia, lanzando gas lacrimógeno, balas de goma y granadas. Además, se considera que miles de manifestantes han sido detenidos (cerca de 7.000 personas) y aún siguen apareciendo vídeos de ciudadanos civiles golpeados por la policía, lo cual podría encender aún más la ira pública. No obstante, para el mandatario las protestas han sido “injerencia externa” y no tienen nada que ver con él, con las elecciones o con sus anteriores mandatos, pero opositores de Lukashenko han señalado que sugerirán luchando.
Ante un país movilizado y una Bielorrusia que ha abogado a expresarse en las calles haciendo presión contra el gobierno de Lukashenko, el mandatario se ha limitado a ordenar a sus servicios secretos a detener a los organizadores de las protestas contra su régimen y a reprimir cualquier movilización. “No debería haber más disturbios en Minsk. La gente está cansada, exige paz y tranquilidad”, dijo en referencia a las movilizaciones durante una reunión con el consejo de seguridad.
¿Una historia llena de fraudes electorales?
El actual mandatario, Lukashenko es también conocido por países vecinos como “el último dictador de Europa”, fue elegido presidente de Bielorrusia por primera vez en 1994 de forma justa y libre, pero las elecciones posteriores han sido muy disputadas. Tal es así que, según un informe del diario The New York Times en el año 2006 el líder dijo públicamente que había reducido su participación en los votos (93,5 por ciento) al 86 por ciento porque la cifra original parecía demasiado alta. De allí que podríamos preguntarnos: ¿Lukashenko manipuló el número de votos en dicho año podría haber hecho lo mismo en las últimas elecciones?
A ello, se ha suma el hecho de que la popularidad de Lukashenko es poco posible de medir debido a que las encuestas independientes son en su mayoría ilegales y las encuestas gubernamentales suelen mantenerse en secreto. De igual modo, los analistas internacionales consideran que en general el líder ha tenido un amplio apoyo, aunque, una economía temblante y una mala gestión durante la pandemia del coronavirus han sido las principales fuentes de descontento, pero nunca dudaron que el mismo ganaría nuevamente elecciones, ya que controla el sistema electoral.
Los líderes opositores han sido arrestados o exiliados:
Otro de los puntos llamativos ha sido el arresto del esposo de la líder opositora, Svetlana Tikhanovskaya, un bloguero que fue uno de los principales candidatos de la oposición, lo cual ha causado una serie de repercusiones. Además, la representante de la oposición ha señalado que su marido fue detenido en Grodno “por sospecha de un delito que no cometió”
Asimismo, luego de las elecciones y en medio de los disturbios y enfrentamientos la opositora Tikhanovskaya abandonó el país y hasta el momento ha aparecido en vídeos que parecían filmados bajo coacción, donde dos de sus allegados señalaron que las autoridades bielorrusas la habían presionado para que se fuera a Lituania, lugar donde se encuentra refugiada según las declaraciones del ministro de exteriores de dicho país.
Las debilidades y los desafíos de las actuales manifestaciones que enfrenta el gobierno de Bielorrusia han estado presentes incluso antes de las elecciones, según ha señalado The New York Times, estaba claro que el mando de Lukashenko estaba en peligro, ya que decenas de miles de personas participaron en manifestaciones para apoyar a Tikhanovskaya antes de las elecciones de agosto, dando lugar a una de las mayores manifestaciones contra el gobierno después de más de dos décadas.
¿Qué sigue y cómo ha respondido la Unión Europea?
Los desafíos de las actuales manifestaciones no parecen ser aceptados por el gobierno de Lukashenko, quien lejos de abandonar el barco se ha negado a la presión de las protestas que exigen una nueva votación más transparente y ha decidido pedir ayuda a Rusia, su aliado tradicional, país que aún no ha dado señales de querer intervenir en el conflicto. La semana pasada Lukaneshko ordenó a la policía que aplaque las protestas en Minsk y en otras ciudades, lo cual se convirtió en un foco de protestas cuando su director fue despedido tras pronunciarse a favor de las manifestaciones. Al mismo tiempo, el Ministerio del Interior ordenó el refuerzo de los controles fronterizos de Polonia y Lituania para evitar la afluencia de combatientes y de armas.
“Nos exigen ni más ni menos que cedamos el poder. Esto lo interpretamos de una sola forma: es un intento de tomar el poder con todas sus consecuencias”, ha dicho Lukashenko.
En cuanto a la Unión Europea (UE) no reconoce los resultados electorales de Bielorrusia y ha redoblado su presión a favor de una transición democrática. “Las elecciones no fueron justas ni libres y no cumplieron los estándares internacionales. No reconocemos los resultados presentados por las autoridades bielorrusas”, declaro Charles Michel, presidente del Consejo Europeo.
Además, la UE confirmó que impondrán sanciones “a un número importante” de miembros del gobierno bielorruso como responsables de la represión, la violencia y el fraude en las elecciones del 9 de agosto. Mientras que los 27 países socios de la UE se niegan a reconocer los resultados de las elecciones y dan apoyo a la propuesta de mediación internacional ofrecida por la Organización de Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Una primera impresión que pueden sugerir las nuevas movilizaciones ante la crisis política de Bielorrusia es que tras más de dos décadas de gobierno de Lukashenko, la voz del pueblo sigue viva y alerta, tal es así que el impacto de las protestas ha sido profundo y nos recuerda que toda historia no tiene fin, no está escrita y sigue su curso.