Marcelo Bielsa, el hombre anacrónico

“El amor hacia la tarea es lo único que vuelve satisfactorio el tránsito por el trabajo” dijo alguna vez hace varios años. Ante varias de sus afirmaciones, infinidad de periodistas lo acusaron de utilizar un lenguaje misterioso e incoherente y demasiados conceptos enmarañados para reseñar sencillas situaciones. En esa “complejidad”, varios colegas desnudaron mucho más que sus propias ignorancias y operaciones de prensa decadentes. Esa frase define a la perfección la construcción de una filosofía que parece alérgica a estos tiempos, en donde el proceso tiene la misma validez que el resultado final, en donde el camino es igual de trascendente que el destino.

Como todo en nuestro país, su nombre genera debate. Grieta dirán algunos en la tierra donde se es menottista o bilardista, como si no existiesen opciones alternativas. La semejanza política corre por cuenta suya, estimado/a lector/a. Exitistas que tildan de fracasado a un tipo que ha conquistado el fútbol argentino en tres ocasiones en la romántica década de los 90, con Vélez y su “Newell’s carajo” de toda la vida, que ha obtenido una medalla dorada en Atenas 2004 y que ha sido el padre de esa criatura que fue la selección de Chile, que tanto daño nos ha hecho en 2015 y 2016. Crucen del otro lado de la Cordillera y escuchen las vivencias del hombre que instaló una verdadera revolución futbolística. Pero dejando al margen los éxitos deportivos, su huella ha tomado mayor relevancia en el país transandino pero también en la formación de varios jugadores del seleccionado nacional y en su fugaz pero fantástica campaña en el Athletic de Bilbao y en el Olympique de Marsella, luego de su paso por Euskadi. La tiranía de este formidable deporte le impidió la posibilidad de consagrarse en esos dos lugares donde al nombrar su nombre, prácticamente que se hace una reverencia. Todo ello, hasta ahora.

En el competitivo Championship inglés, Bielsa imprimió su estilo protagónico en el Leeds United. Una filosofía que resume a la perfección el periodista Román Iucht en su imprescindible biografía sobre el Loco, La vida por el fútbol: “El fútbol es movimiento. En cualquier lugar de la cancha, en cualquier circunstancia, el jugador tiene un motivo para moverse con la excepción del que tiene la pelota, porque en el fútbol, como en la vida, pensar es esencial”. Esas palabras encontraron su correlato en datos concretos que excitarían al más menottista de los bilardistas y al más bilardista de los menottistas, con el equipo más goleador, la valla menos vencida y la mayor posesión pelota. Esos pergaminos que poco y nada tienen de aquellos Dirty Leeds de fines de los 60. Para comprender más la historia de “los sucios de Leeds” sugiero ver la película “The Damned United” que narra las andanzas del agresivo equipo de Don Revie y el traspaso de mando con el controvertido entrenador Brian Clough.

EL LEEDS DE BIELSA EXCITARÍA AL MÁS MENOTTISTA DE LOS BILARDISTAS Y AL MÁS BILARDISTA DE LOS MENOTTISTAS, con el equipo más goleador del torneo, la valla menos vencida y la mayor posesión de pelota.

En el proceso de crecimiento del Bielsa entrenador, lejano a aquel joven que jugaba de defensor en su Estrella Azul del barrio, seguramente este triunfo le genera cierta incomodidad, porque como bien dijo él en una oportunidad, “el éxito relaja y engaña”. Y en ese brillante compendio de frases del oriundo de Rosario, también se encuentra una que lo pinta de cuerpo entero: “Los momentos de la vida en los que yo he crecido tienen que ver con los fracasos; los momentos de mi vida en los que yo he empeorado, tienen que ver con el éxito”. Un testimonio demasiado incomprendido en estos días de feroz exitismo en el fútbol argentino y con la que muchos “exitosos” entrenadores de la actualidad comulgan, en donde el fracaso se reduce a un puntapié para el devenir de grandes “éxitos”. Este Leeds da cuenta de ello tras 16 años de deambular por el ascenso inglés con un futuro que lo deposita frente a los grandes equipos de la liga más atrapante del mundo.

Su trascendencia irá más allá de la calle que llevará su nombre o del explosivo fanatismo de los simpatizantes del equipo. Bielsa le ha dado al Leeds un estilo encantador y fue el arquitecto de una épica inolvidable. Al igual que ocurrió en Marsella, Bilbao y la propia Argentina, sus jugadores caen a sus particulares encantos. “El fútbol cruza caminos y tuve la suerte de cruzarme con él” dijo, luego de alcanzar el ascenso, Pablo Hernández, el experimentado volante de Castellón que se hizo conocido para nosotros en el Valencia pero que, paradójicamente, encontró su mejor versión a los 35 años, por obra y gracia del rosarino. Ese Marcelo Bielsa que tiene pergaminos impropios de estos tiempos que corren y que, con su participación en la Premier, sumará un nuevo capítulo a su extraordinaria carrera como entrenador que, ojalá, tenga en el futuro su segunda parte con el seleccionado argentino.