El proceso socioeconómico previo al Kpop y El Calamar: El milagro macroeconómico de Corea del Sur desde 1960
Por Martín Calveira

Más allá de ciertas modas actuales en relación con aspectos culturales y de grandes matices sobre el desempeño económico, desde el proyecto Productividad Inclusiva del IAE Business School y la FCE de la Universidad Austral (https://www.iae.edu.ar/es/ConocimientoEImpacto/iniciativas/PI/Paginas/default.aspx), exponemos a Corea del Sur como ejemplo para la PI desde su proceso exitoso de transformación de su estructura productiva al pasar de la producción de bienes manufacturados, a la generación de bienes y servicios con un alto contenido tecnológico, por medio de la protección y, posteriormente, la apertura de mercado. Los cambios económicos y tecnológicos que emergieron en el mundo y la nueva economía del conocimiento obligaron a los gobiernos de Corea a implementar diversas estrategias de desarrollo productivo y social.

A partir de la década de 1960 se inauguró un proceso de transformación productivo con el objetivo de promover la industria manufacturera y su exportación. Estrategia que permaneció esencialmente hasta la década de 1980. En efecto, desde el fin del decenio 1960 el crecimiento económico, medido desde la dinámica del producto interno bruto (en adelante PIB), fue notorio a pesar de las crisis externas y tensiones internas que se pudieron resolver con cierta celeridad. Concretamente, en el período 1960-1990 las tasas de crecimiento promedio anual fueron principalmente ascendentes, una característica singular para una economía con un proceso de industrialización tardía (Varios autores como Amsden (1989) hacen mención a este concepto para definir al proceso industrial de Corea desde el inicio en 1960). Mientras que para el período 1990-2019, el desempeño del crecimiento fue más austero.

El crecimiento promedio anual del PIB en el período 1960-2019 resultó en 7,3% conformando seis décadas de expansión del PIB con períodos de mayor intensidad de crecimiento. No obstante, solo en dos años del período referido se presentan retracciones de la tasa de crecimiento, 1980 y 1998, como consecuencia de los efectos del shock de los precios del petróleo y, por otro lado, de la crisis financiera de la región. 

Ciertamente, el desarrollo coreano es positivo no solo por los resultados, sino por la aceleración del proceso de transformación productiva, principalmente a través de los planes Quinquenales de Desarrollo Económico, que llevó a la convergencia hacia los niveles de PIB de los países desarrollados en la cual, como aludiremos más adelante, tiene como principales variables causales a la acumulación de capital físico y humano.

En ese sentido, el crecimiento del PIB por habitante también fue notorio. De acuerdo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y Korean Statistical Information Service (KOSIS), en el inicio de la década de 1960 el PIB per cápita medido en dólares estadounidenses a precios actuales era U$S 93,80 representado solo el 7% del correspondiente a los países de la OCDE, mientras que en el inicio del decenio 1980 era U$S 1.715,40 representando el 20% del monto de países OCDE, y finalmente en el inicio del siglo XXI representaba casi el 60% de esos países.

Corea del Sur como ejemplo para la PI desde su proceso exitoso de transformación de su estructura productiva al pasar de la producción de bienes manufacturados

La inversión de la economía fue impulsada por el gobierno acompañando el proceso industrial y como una necesidad de dinamizar e incluir a los demás sectores de actividad económica. La inversión bruta interna fija (IBIF) hacia el inicio del decenio 1960 se situó en 12% del PIB pero en 1970 ya estaba en 23%.

El sistema educativo fue un objetivo simultáneo al proceso de transformación industrial acelerado de la economía coreana. Esto fue un factor determinante para el desarrollo sostenible de la economía y la generación de una mayor inclusión al mercado laboral.

La visión integral en la estrategia de desarrollo fue una característica distintiva en Corea y otros países del sudeste asiático como la provincia china de Taiwán, por sus aspectos de inclusión del trabajo en la transformación productiva. Como lo mencionamos, el incremento del PIB per cápita y la creciente participación de asalariados en el empleo total son factores positivos centrales en el proceso de desarrollo económico dado que esa dinámica se traduce en mayores oportunidades laborales y de acceso a educación.

El proceso de inclusión del sistema educativo que acompañó al desempeño económico es un factor clave en la industrialización y democratización de Corea desde el decenio 1960. Sin esa convivencia de ambos procesos, el denominado Milagro del río Han probablemente no se hubiese desarrollado. En efecto, la educación y capacitación de la futura fuerza laboral impulsan el crecimiento y el desarrollo económico de forma directa, a través de la creación de capacidades y mejoras en los recursos humanos y acelerando el avance tecnológico, e indirecta a través de la contribución a la generación de instituciones y al desarrollo social.

La implementación integral de las distintas políticas (comerciales, industriales y tecnológicas) en virtud de los objetivos que los organismos de planificación establecían para fase de desarrollo se vinculaba con mejorar las capacidades de la mano de obra. Desde ese aspecto, se destaca la gestión de políticas enfocadas a solucionar las fallas de mercado más generales como las relacionadas con problemas de desarrollo de la infraestructura, educación, I+D; lo cual fue acompañado de una gestión selectiva evaluando el potencial de cada industria.  

El sistema educativo coreano fue un objetivo simultáneo al proceso de transformación industrial acelerado de la economía coreana. En definitiva, se constituyó como un factor determinante para el desarrollo sostenible de la economía y la generación de una mayor inclusión al mercado laboral.

En ese marco, se destaca el sistema educativo y su evolución pari passu el sector industrial. La expansión del sistema educativo acompañó a las etapas del desarrollo industrial de  Corea. Primero, el protagonista fue el sistema de educación primaria, que proporcionó trabajadores adecuados para las industrias que requerían mucha mano de obra en la década de 1960. Posteriormente, el desarrollo del sistema de educación secundaria contribuyó al crecimiento de las industrias con uso intensivo de capital en los años setenta y ochenta, y la expansión de la educación superior en la década de 1990 sentó las bases para la economía basada en el conocimiento.

Desde el inicio del siglo XXI, se implementaron algunas reformas para mejorar la calidad de la educación de nivel superior, incluido el programa “Brain Korea 21”, la nueva universidad para la iniciativa de innovación regional (2005-2009) y medidas destinadas a mejorar la colaboración entre la industria y el ámbito académico. También se lanzaron otros programas para reforzar la competitividad de las universidades, como la iniciativa del sistema de divulgación de información educativa (2008), la iniciativa de desarrollo de talentos para las principales industrias en las zonas económicas regionales (2009) y el programa de reforzamiento de la educación universitaria, que combina el proyecto de la nueva universidad para la iniciativa de innovación regional con otros proyectos de especialización de institutos de educación superior.

La política educativa llevada a cabo en Corea indudablemente se conformó como un factor de inclusión productiva que, con cierta celeridad, se traduciría en un complemento determinante para sostener el crecimiento y el aumento del producto por persona.     

Corea, a pesar de sus matices de mayor o menor intensidad durante el proceso analizado en el presente trabajo, es un caso de productividad inclusiva que dispone de aspectos de importancia para el mundo en general y, en particular, para Argentina.

Uno de esos aspectos es que el objetivo de desarrollo de la estructura productiva no solo se propuso el aumento de la frontera de producción, es decir no solo una política esencialmente de oferta, sino que la gestión de políticas integrales y de inclusión social fueron características distintivas en este proceso. Los planes quinquenales de desarrollo expandieron la frontera productiva y diversificaron la producción. A su vez, el proceso de inversión generó condiciones favorables para una mejora cualitativa de la producción que se tradujo en el establecimiento de procesos productivos con alta participación de la tecnológica. Concretamente, Corea tiene la mayor proporción de robots por trabajador industrial y, a su vez, un bajo nivel de desempleo.

Ese desempeño se deriva, efectivamente, luego del impulso al sistema educativo mediante la expansión de la matrícula de estudiantes y la inversión en el sector. El crecimiento del producto y la generación de una oferta productiva determinada por bienes y servicios de calidad mejoro las condiciones de inserción de la economía coreana en el comercio internacional, impulsó el crecimiento económico y  la generación empleos con alta productividad. Por lo tanto, el énfasis también se centró en el crecimiento de la productividad, que fue conformado en un entorno de igualdad de oportunidades en términos de acceso a mercados y servicios para la sociedad en su conjunto.

Finalmente, el logro de la política de desarrollo productivo como un programa de acuerdo y cohesión de todos los sectores de la sociedad es otro aspecto distinto en el caso coreano y  puede ser de importancia para las economías en desarrollo. La credibilidad y acuerdo con la gestión de desarrollo es determinante para el éxito de la política. En efecto, es necesario que se presenten liderazgos y mecanismos institucionales que coordinen y articulen intereses y aspiraciones de la comunidad en su conjunto. El cumplimento de los objetivos de producción llevados a cabo en Corea, como en el caso de las metas de exportación, se planteó como un canal de inclusión de los empresarios locales en el programa industrial del gobierno.