28 años después

El final menos esperado de la historia. Tan denostado y criticado, más por su envoltorio que por el producto en sí, el fútbol nos ha regalado una enseñanza muy valiosa y ha vuelto a poner en valor el predominio de lo colectivo por sobre el individualismo. O como decía Aristóteles, “el todo es más que la suma de las partes”.

Tuvieron que pasar 28 años para que Argentina volviera a conquistar un título importante, de esos que no son un mundial pero que indudablemente dejan huellas en un país futbolero por naturaleza como el nuestro. Un país que, entre pandemia y sinsabores sociopolíticos, estaba necesitado de una alegría, por más pasajera que fuera. Una generación (y poco más) entera de argentinos que no sabían lo que era gritar “Argentina Campeón” y que el sábado por la noche pusieron fin a una extensa sequía, demasiada injusta y alejada de aquello que realmente es el fútbol argentino y de aquello que representan sus jugadores en la orquesta del futbol internacional. 

El seleccionado argentino de fútbol nos ha dejado una hermosa enseñanza sobre la superación, la unidad y el esfuerzo: tres pilares esenciales en la construcción de un grupo humano en pos de un objetivo común. Seguramente eso no le alcance a muchos exitistas de turno que han despotricado durante varios años contra el seleccionado nacional. Pero cuidado, la crítica constructiva y respetuosa claro que es bienvenida pero no aquella que es deshonesta, malintencionada, agresiva y para la tribuna. Desde ya que el futbol argentino merece una reestructuración institucional y de su manera de enfrentar los proyectos, dejando de priorizar el cortoplacismo para alcanzar un horizonte que sea más próspero en el mediano y largo plazo. Pero la crítica infundada, plagada de intereses o falsos sentimentalismos, no construye sino todo lo contrario. Ese mensaje de sobreponerse a la adversidad es el verdadero legado que han dejado estos jugadores después del 10 de julio de 2021. 

En el fútbol, como en varios ámbitos de la vida, también hay un cierto componente de envidia hacia el rival de toda la vida. Así, estos 28 años, en la “vereda de enfrente” se llevaron 2 mundiales, 5 Copa Américas y 4 Copa Confederaciones (ese engendro extraño en el que cada campeón continental participa el año anterior a los mundiales). Esa abstinencia argentina empezó luego de la lamentable despedida de EEUU 94 (de un equipo de ensueño) hasta la última eliminación frente a Brasil en la Copa América de 2019, pero en el medio hubo una mano escandalosa de Tulio en territorio uruguayo, un cabezazo del eterno Ariel Ortega a la mandíbula de Edwin Van der Ser con perfume francés, tres penales malogrados una misma fatídica noche paraguaya, una decepción inolvidable de un equipazo comandado por Marcelo Bielsa en tierras orientales y tristes despedidas de Messi luego de derrotas que cayeron injustamente muy pesadas sobre sus espaldas. Entre ellas, esa selección que era una sinfonía de José Pekerman en 2006 que tuvo en el infortunio de la lotería de los penales contra el local su triste despedida. Todo mientras enfrente observábamos con recelo lo que hacía Brasil.

El sobreponerse a la adversidad será el verdadero legado que dejarán estos jugadores que conquistaron América en tierras brasileñas

Demasiadas injusticias se han cometido en los últimos 8 años con jugadores a los que se tildó de “fracasados” pero que alcanzaron tres finales en tres años. Eso sin nombrar todos los logros que han alcanzado en sus clubes, dejando la bandera de nuestro país en lo más alto. Demasiadas injusticias para aquellos que tildaban de “europeos” y que venían a “boludear”, como si viajar miles de kilómetros y representar a nuestro país fuera algo más testimonial que otra cosa. Seguramente habrá jugadores que no se sientan parte de este triunfo pero deberán asumirlo también como propio, no solo los propios Messi, Di María, Otamendi o Kun Agüero, por citar algunos, sino también los mismísimos Mascherano, Maxi Rodríguez, Higuaín y tantos otros que han padecido adjetivos que poco y nada los calificaban. Insistir e insistir, de eso se trata. Prevalecer y competir es lo que hizo que estos jugadores tengan su lugar en la historia sagrada del seleccionado, lugar que ya deberían haber tenido pese a no conquistar ningún título.

Se llevará un párrafo aparte el mejor futbolista argentino de todos, Lionel Messi. El momento en que el árbitro uruguayo dictaminó el final del partido y las cámaras cayeron sobre él, desnudaron ese preciso instante en que un deportista se saca una mochila de ladrillos de encima. Es cierto que no brilló en la final, como tampoco han hecho otros grandes futbolistas con los que se lo compara, pero su liderazgo y su extraordinaria Copa América demostraron su grandeza. Dejemos las comparaciones pelotudas por un rato y disfrutemos de este chico que es un deportista de élite y es nuestro, argentino como Ud. que lee la nota o como yo que la escribo. Abandonemos la imbecilidad para disfrutar de este auténtico artista del deporte, quizás el mas grande de todos los tiempos. No sabremos cuándo habrá uno igual. 

De lo que si tenemos certeza es que no habrá otra Copa América como ésta, en plena pandemia y sin público, pero una Copa América en la que le ganamos al candidato y favorito en su propia casa. Una Copa América que será recordada como el Maracanazo del Siglo XXI. Ojalá que esto sea el puntapié de algo más grande. Ojalá…pero mientras disfrutemos de esta conquista que, como ya hemos aprendido la lección, no es algo que se dé todos los días.