Una historia de acciones inapropiadas que sustentan crisis permanentes

Con la irrupción de la pandemia mundial y sus fuertes efectos sobre la actividad económica, en la mayoría de los países se observó un traslado natural de la política económica desde un escenario de sincronía con el crecimiento, minimización de la volatilidad real y la inflación, a un accionar de políticas fuertemente expansivas en aras de suavizar el ciclo contractivo de una interrupción masiva de la producción y el consumo. Si bien las políticas fiscal y monetaria tuvieron un rol favorable para evitar un nivel mayor de caída del PIB mundial, dada la complejidad que enfrenta la economía mundial aún no se vislumbra un proceso de recuperación sostenible. En ese sentido, la incertidumbre desde la dinámica sanitaria y las consecuencias derivadas del alto nivel de discrecionalidad de las intervenciones fiscales y monetarias no dejan ver los costos potenciales ni plantear el proceso necesario de digestión de excesos a instancias de la recuperación económica.

Estamos ante un escenario de carrera entre vacunas y mutación de virus como lo plantea el FMI, desde el cual emergen desafíos complejos, aunque para todos no es lo mismo. Ciertamente, se plantean mayores complejidades dependiendo de las características y vicisitudes particulares de cada economía las cuales ejercen limitaciones o, por el contrario, mejores condiciones de funcionamiento que, a su vez, afectan un elemento crucial para la dinámica económica: los incentivos. Esto es lo que denominamos factores endógenos de cada economía, conformados principalmente en las instituciones y/o idiosincrasia de cada sociedad.

Dentro de los casos que enfrentan mayores limitaciones en su funcionamiento se encuentra la economía argentina. En concreto y para el caso argentino en particular, esas restricciones no solo están compuestas por condiciones iniciales que se registraban en el inicio de la pandemia, sino porque esas condiciones afectan los comportamientos de los agentes y hacen que el proceso resolutivo de una crisis demande mayores recursos y una mejor interrelación en lo micro, lo macro y en el nivel mesoeconómico.

Sin dudas, los factores que generan ese tipo de restricciones están en la estructura de comportamiento de los agentes debido a procesos históricos recientes o a sesgos sobre otros sectores y/o agentes. Concretamente, si un sector o grupo de agentes tiene un desempeño esencialmente discrecional y sin tener en cuenta sus efectos derivados hacia otros grupos o agentes, esto potencialmente configurará un mayor nivel de incertidumbre respecto a las acciones futuras y un menor nivel de credibilidad entre los sectores al momento de establecer e identificar reglas de comportamiento o programas de acción (programa económico) a los efectos de configurar un contexto de estabilidad. Evidentemente, si un sector u actividad económica acciona unilateralmente y con un fuerte nivel discrecional, y si esto se registra de forma sostenida, seguramente se configurará un escenario de poca credibilidad con características de fragilidad y permeables a una crisis que se transforma en una fuente inagotable de volatilidad y crisis de gran frecuencia.  

la economía argentina no solo está determinada por un sistema complejo que es impulsado por decisiones derivadas de incentivos, sino que esos incentivos y decisiones están determinados por el historial desfavorable de comportamientos de cada sector y agente.

Ese proceso plantea complejidades mayores ante eventos negativos no esperados. La economía, lejos de ser un mecanismo automático y lineal que revela comportamientos racionales en cada espacio y tiempo, vislumbra el proceso de un sistema complejo donde las interrelaciones pueden distar de características lógicas y racionales que se limitan solo en el espacio macro o micro. En efecto, adicionalmente a los factores mencionados con anterioridad, la economía argentina no solo está determinada por un sistema complejo que es impulsado por decisiones derivadas de incentivos, sino que esos incentivos y decisiones están determinados por el historial desfavorable de comportamientos de cada sector y agente. Esto es quizás uno de los elementos centrales en el desempeño caótico de la economía nacional.

Ejemplos hay muchos y diversos en la historia económica y política argentina en relación a las acciones unilaterales de gran discrecionalidad: adulteración de información estadística, discursos (relatos) sustancialmente alejados de la realidad, apropiación de recursos públicos en detrimento de otros sectores (fondos públicos, vacunas, entre otros) y otros casos conocidos.     

La historia de vaivenes macroeconómicos es, entre otros elementos, resultado de esas características y sistemas de comportamiento. Desde ahí la insistencia desde la academia y algunos consultores económicos acerca de la importancia del funcionamiento institucional estable y de bajo nivel discrecional de la gestión de política económica, pues puede configurar un instrumento favorable para la estabilización y el crecimiento, más aun en un escenario de crisis y pandemia. En definitiva, mucho por aprender.