Incongruencias discursivas
Hace algunos días, el presidente Alberto Fernández presentó el proyecto de reforma judicial que mandará al Congreso, en un acto en la Casa Rosada. Controvertido y polémico, el pliego normativo pone el foco en “organizar mejor la Justicia Federal” y “superar la crisis de credibilidad de la justicia”, según palabras del propio interlocutor. El mismo tiene como puntos destacados el fortalecimiento de la Justicia Federal en el interior, el completo traspaso del fuero penal a la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires y la creación de un Consejo consultivo en el que estarán prestigiosos juristas y en el que se esconde el deseo de incrementar el número de miembros de la Corte. Este aspecto resulta un tanto llamativo teniendo en cuenta que, hace tan solo cuatro años, el actual presidente afirmaba tajantemente que “la Corte debe tener 5 miembros, el resto es una fantasía”. Entonces ¿qué cambió en los últimos años? Tiempos incoherentes donde A no es A y en donde el valor de la palabra ha caído en desgracia.
Nadie duda que es fructífera la convocatoria a expertos y especializados en diferentes aspectos para abordar las temáticas desde una mirada heterogénea. En materia sanitaria, pese a la incertidumbre de la estrategia implementada y a la mediatización de algunos médicos que han pifiado en sus declaraciones, fue prudente haber convocado a los especialistas. No obstante no pueden ser ellos quien gobiernen y menos en la concepción de Estado omnipresente y paternalista que pregona la ideología oficialista. En el plano judicial, también es valioso que se haya convocado a prestigiosos juristas, aunque lo ideal hubiera sido una mayor pluralidad de voces, dado que las modificaciones en el Poder Judicial trascienden los gobiernos de turno. Ahora bien, si se ha acudido a los especialistas en temas de salud y judiciales, ¿porque no adoptar la misma estrategia en materia económica comprendiendo que muchos argentinos han perdido no solo el poder adquisitivo sino también sus empleos? La no llamada a un comité de especialistas en temas económicos exhibe falencias que trascienden cualquier lógica discursiva. Recién hace dos días, el jefe de gabinete deslizó la idea respecto de una convocatoria para abordar de una vez por todas esta problemática. Con casi cinco meses de comenzado el aislamiento, suena a poca cosa. Todo esto más allá del épico relato respecto del acuerdo de la deuda (convenio que es imprescindible para evitar el default) que poco y nada tiene que ver con la mesura que exhibió el propio ministro de Economía.
Pero volviendo al balanceo de la palabra, en la Argentina del coronavirus parece no tener espacio la frase “uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”. Es la Argentina del “gobierno de científicos” con la cual el presidente se dirigió al Congreso en la apertura de las sesiones ordinarias, que se ha transformado en un concepto bumerán, desnudando un rumbo incierto. Una Argentina donde varios ministros brillan por su ausencia (y cuando no lo hacen comprometen aún más la tarea presidencial) y un intendente del conurbano avala la venta de “falopa”. Un país que coquetea con la inviabilidad, en el que cada vez más brota la semilla de un poder bicéfalo, en donde el presidente se exhibe más de lo debido y la vicepresidenta brilla por su inusitada ausencia. El que calla otorga y el que otorga muchas veces calla.
En la argentina del covid tenemos un “gobierno de científicos” que exhibe un rumbo incierto, en donde varios ministros brillan por su ausencia y donde un intendente avala la venta de falopa y se cultiva, desde adentro y afuera, la idea de un poder bicéfalo, donde el presidente se exhibe demasiado y la vicepresidenta brilla por su ausencia.
La incongruente ironía argentina también dio cuenta de una “mesa contra el hambre”, a mediados de noviembre del año pasado, en donde empresarios y sindicalistas conversaron para poner fin a la verdadera enfermedad terminal que tiene el país: la pobreza. En ese sentido nadie puede estar en contra de combatir esta otra pandemia argentina pero, en momentos en donde más se necesitaría de esa Mesa ¿Donde habrán quedado aquellas premisas “legítimas” de la Argentina contra el hambre? ¿O solo se trataba de una estrategia perversamente marketinera para que el hashtag #ArgentinaContraElHambre sea tendencia? Al lado de Marcelo Tinelli, Estela de Carlotto, Narda Lepes y Adolfo Pérez Esquivel estaba el titular de la cartera de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, quien en el año 2017 había publicado en su cuenta de twitter: “Bajó el consumo de leche porque a las familias no les alcanza la plata. Hay que quitar el IVA a la canasta básica para que bajen los precios”. Ese mismo ministro que hace pocos días apoyó el mediatizado “IVA a la leche”, dando pie a que algunas leches pasaran de un 0% de IVA a un 10,5%. No, no es una broma de mal gusto. “Caracteres que se lleva el viento” parafraseando al escritor español Juan Carlos Martín Ramos.
Son tiempos complejos los que vive nuestro país y más arduos serán aquellos tiempos que vendrán, no solo para la economía sino también para la sociedad en su conjunto. Una buena (y sana) manera de brindar calma sería empezar a ser consecuente entre los dichos y los hechos, brindando un poco de previsibilidad a los ciudadanos. Andar coqueteando conceptualmente de un lado a su opuesto y constantemente ir en contra de los dichos que los propios mismos miembros del oficialismo dijeron hace algunos meses, en plena campaña electoral no parece ser el camino más indicado. Claro que las personas pueden cambiar de pensamientos y reflexiones pero no con tanta vehemencia y en tan corto plazo. El slogan de campaña era “poner a la argentina de pie” y para ello es necesario ser mas predecible y sentar bases con la fortaleza que solo nacen de tener las ideas claras y el rumbo bien definido. La sensación que se da con tanto vaivén ideológico es precisamente todo lo contrario.