“Gracias de corazón”: Carta abierta a esa heroína anónima
Por Matías Enríquez

Esta mañana salí de mi casa a trabajar y me crucé con una chica cercana a mi edad, no diría que joven pero tampoco vieja. Era médica y tenía su ambo de un color grisáceo. Lucía exhausta, agotada y con muchos signos de cansancio en su rostro. La miré detenidamente: tenía sus ojos rodeados por ojeras y una fuerte marca allí, producto del antifaz que protege sus ojos en sus agobiantes horas de trabajo. Al llegar a la esquina, me interpelé y me arrepentí de no haberle dicho gracias. Es por eso que aprovecho, desde la humildad de estas líneas para hacerlo: Gracias, de corazón.

Gracias porque para una gran porción de la sociedad vos sos una verdadera heroína, por tu compromiso incesante y por tu profesionalismo. Gracias porque para mí vos no lucías relajada, sino mas bien todo lo contrario y es por eso que lamento que no se te retribuya todo tu esfuerzo como se debería. Gracias porque seguramente vos dejas de lado un montón de cosas por el hecho de llevar a cabo tu profesión, la cual indudablemente emerge con una fuerza que pocos conocemos, en concepto de amor a una vocación. Gracias por las vidas que salvaste por culpa de este virus de mierda pero también gracias por todas las vidas a las que has ayudado frente a otras enfermedades. No te conozco y tampoco sé cual será tu especialidad pero estoy seguro que en tu día a día te encontrarás con más sinsabores que alegrías y así y todo, ahí estoy seguro que estás, poniéndole el pecho con un esfuerzo que te engrandece.

Entiendo que este agradecimiento no sirva de nada y que, quizás, solo pueda llegar a reconfortarte un poco. O quizás no. Eso, siempre y cuando alguna vez te lleguen estas palabras. Lo sé, pero así y todo no quería dejar pasar la ocasión. Quiero que sepas que hay muchísimos argentinos que valoramos tu esfuerzo y tu vocación. Somos muchísimos más los que te admiramos y no sentimos en lo más mínimo que te hayas relajado, mas bien todo lo contrario. Cuando vuelvo a pensar en tu mirada perdida y agotada pienso en porqué no abandoné un poco la vorágine con la que vivimos y me tomé un segundo para interrumpir tu cansino andar con un pequeño “gracias”. No habría servido de nada o quizás sí. Me arrepiento de no haberlo hecho pero, cometiendo el pecado de volver a sonar reiterativo, te vuelvo a agradecer por todo lo que estás haciendo. Y eso va para vos pero también para tus compañeros de trabajo y para vos, que estas leyendo esto y también estas haciendo un esfuerzo sobrehumano en tu hospital, tu consultorio o donde quieras que estés ahora leyendo estas lineas. En serio. Gracias, de corazón.