#Díadelperiodista: Reflexiones en tiempos modernos

Cada año, cada mes, cada semana, cada día, cada hora se gesta un nuevo cambio en nuestros patrones de consumo. A veces evolucionando, a veces intentando mantener nuestra postura. En un sinfín de situaciones hay gente que se resiste al cambio, que no se prepara o que dista de entender el lenguaje. Hay personas que se sienten más cómoda con una red social y no terminan de descifrar el lenguaje de otra. Hay cirujanos que prefieren una determinada técnica de operar por otra. El periodismo está también envuelto en esa discusión.

La pandemia del coronavirus terminó de demostrar (sobre las métricas que el autor tuvo a mano de diferentes medios de comunicación) que, salvo contadas excepciones de medios líderes en los que el usuario va a buscar específicamente ese contenido, el futuro del periodismo estará centrado en las redes sociales.

Entender ese lenguaje, saber decodificarlo y hacer que los contenidos que se preparen sean simples, entretenidos (si, porque el periodismo no tienen que ser algo que causa aburrimiento), y que busquen generar un impacto. Pero esa labor, hoy en día en la Argentina, encuentra un problema generacional.

No es la intención de quien escribe estas líneas plantear la jubilación o retiro de nadie. Yo siempre voy a ser un agradecido de la vida de los “dinosaurios” (ese término que usaban para reírse ante las nuevas generaciones) de un importante medio nacional. Detengamos un segundo a pensar algunas cosas. Hasta 1996 la conexión a internet no era algo comercial en Argentina. Hasta 2006 el ancho de banda que había en promedio en el país era mucho menor al de la región. La televisión de aire en el prime time promediaba 20 puntos por programa siendo 30 la cifra que todos buscaban alcanzar. 

Luego llegaron tres años en donde las redes sociales comenzaron a tener su primera penetración en Argentina. Los medios comenzaron a usarlas como vías de tráfico hacia un determinado contenido. Esta lógica, cabe destacar, siguió de esa forma hasta no hace mucho. Saltemos al 2013. En los congresos internacionales de periodismo empieza a analizarse el caso del New York Times y The Guardian. El primero de ellos mostró como sus lectores preferían leer versiones móviles de lunes a viernes pero el fin de semana tomaban la lectura del papel como un momento de relax. ¿Les suena a algunas estrategias de medios nacionales?. El segundo mostraba cómo se rompía un fuerte paradigma: un columnista solamente del sitio (no del papel) comenzó a recibir mensajes de un tal Edward Snowden. Con eso se rompió la lógica de elitismo entre papel y web.

Volvamos a Argentina. A todos estos cambios se le empezaron a sumar otras variantes. Cada vez más es necesario salir a competir en una sociedad que es on demand. Estrategias SEO, readecuación de una información a otros formatos ya sea hilos de Twitter, stories de Instagram y descifrar el lenguaje de Tik-Tok para comunicar se volvieron algunas de las preocupaciones de directores y editores de medios de comunicación. 

A eso se le sumó la necesidad de que los periodistas ahora no sólo tengan capacidad de edición de texto, fotos, videos, conocimiento de algunas facetas de programación, y de las diferentes herramientas online que hay disponibles. A su vez se terminó cambiando la forma en la que se redacta para hacerla más “Google friendly”.

En 20 años hay una generación que pasó por una vorágine tecnológica. Ojo, los que tenemos 30 para arriba también la sufrimos. La única ventaja es que casi somos nativos de la tecnología actual, no tuvimos que aprender a usarla dejando de lado todo lo anterior que conocíamos, fuimos aprendiendo desde la base con los primeros avances.

¿Puede un editor no saber hoy en día cómo insertar en una nota una pdf subido a Scribd? No. Hay algo que hay que empezar a entender. En una momento en el que la inmediatez y la multiplicidad de tareas que cada uno desarrolla en una redacción no se puede perder el tiempo en esas cuestiones.

¿Pueden todos los medios buscar tener el mismo contenido porque “tienen que estar”? No. Ese es otro paradigma que no lograr erradicarse. Todas las generaciones tienen que entender que la agenda de Clarín, La Nación e Infobae (para citar los tres medios digitales con mejor medición) no es la de todos. Esos tres medios, que compiten fuertemente entre sí, saben que el usuario va a ellos, el resto es viceversa.

La experiencia que muestra El Destape (sacando de lado que le habla a un público muy puntual) da la pauta de que una redacción joven, con conocimiento de las nuevas herramientas disponibles, sin una avalancha de recursos, con buenas ideas, con buena información, y preguntándose siempre “¿qué podemos contar diferente?”, termina siendo una ecuación rentable en cuanto a crecimiento.

Filonews es otro de los medios que entendió esa lógica. Con más financiamiento que el caso anterior, y sin poner el foco en la información exclusiva que se consigue (perdón amigos de Filo, pero no se caracterizan por trabajar con fuentes) se centró en el “cómo” más que en el “qué”. En ambos casos las cabezas de los proyectos son personas que tienen más de 50 años. 

La edad no es el problema, sino las ganas de evolucionar. La paradoja del periodismo es que en otras profesiones, elijan la que más les guste, hay una evolución constante. Mi madre por ejemplo es bioquímica. Tiene más de 30 años de experiencia. A nadie se le ocurriría que trabaje con los mismos insumos que cuando empezó su carrera o con las mismas prácticas. La infraestructura cambio y ella también. 

Eso todavía no terminó de suceder a nivel total en el periodismo y la consecuencia directa de eso es la pérdida de audiencia. 

*El autor es periodista de Big Bang News pero ha trabajado en diferentes medios como La Nación y Perfil, entre otros