Sputnik V y la comunicación de gobierno
El prólogo de este cuento ocurrió hace más de cinco meses cuando Rusia registró la vacuna contra el Covid y recién hace unos días empezaron a circular algunos datos que empiezan a despejar dudas sobre su eficacia. Primero fue el propio Vladimir Putin el que sembró dudas sobre la vacuna respecto a su aplicación en los mayores de 60 años, algo que, al parecer, ya no es así. En aquel entonces muchos nos preguntamos porqué tanto espamento oficialista por una vacuna que no iba a ser del todo eficaz para aquellos que conformaban el famoso grupo de riesgo. Mucho más sorpresivo resultó el discurso épico sobre los vuelos patrióticos que tanto eco tuvieron en el relato oficial de los medios.
En ese mismo sendero de dudas transcurre esta obra en la que el Gobierno cometió un sinfín de errores a la hora de comunicar las mieles de la Sputnik V, ya sea por falta de información o imprudencia. Los anuncios apresurados fueron el primer paso fallido asegurando que “para el mes de febrero habrían dosis para vacunar a 10 millones de personas” y que en “el mes de enero se vacunaría a 5 millones de personas”. Lo primero parece utópico y lo segundo dista mucho de lo que realmente ocurrió. Son tiempos en los que todos los países del mundo están en búsqueda de diferentes dosis de vacunas para sus ciudadanos y resulta un tanto imprudente salir a dar cifras, sin tener real certeza de los datos. No obstante no se puede cargar toda la culpa en el Gobierno, por lo menos en alusión a la pandemia que puso al mundo de rodillas el año pasado, pero si se desnuda cierta falta de previsibilidad a la hora de anunciar un plan de vacunación sin datos concretos.
En ese sentido, no sorprende que la preocupación de la población en la vacuna rusa haya crecido de manera galopante, algo que obligó a las autoridades de Balcarce a tomar cartas en el asunto. Una reciente encuesta del Grupo de Opinión Pública develó que existe una creciente desconfianza respecto de la eficacia de la vacuna, lo cual obligó al Gobierno a salir a defender algo que realmente no conoce en su totalidad. Tal es así la situación que incluso el propio gobernador bonaerense le pidió al jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que se aplique la vacuna rusa porque “serviría para combatir la desinformación”, algo tan incomprobable como incierto. La desinformación que gira en torno a la vacuna es tal por la ausencia de datos oficiales del propio gobierno ruso y por las idas y vueltas comunicacionales del gobierno a la hora de brindar precisiones sobre la Sputnik V. En definitiva, la discusión no está tan vinculada a la eficacia de la vacuna, desactivada por los recientes estudios de la prestigiosa Lancet sino por la falta de transparencia que se da en la comunicación y del puñado de países que autorizaron la misma.
Las vacunas no solo son una imprescindible herramienta sanitaria para acabar con el coronavirus sino que también se han transformado en elementos valiosos que la política ha utilizado en todo el mundo, incluso como promesa electoral (por favor, no la utilicen en las elecciones de medio término con tan mezquino objetivo). Para rematar el cuento ruso, apenas conocidos los datos publicados por Lancet, la euforia fue tal que el propio PJ emitió un comunicado en el que antes de celebrar la noticia criticaba a los “odiadores” y a aquellos que solo quieren desgastar al gobierno. Que no se manipule la realidad. Claro que es una gran noticia estos resultados difundidos por la prestigiosa publicación pero eso no exime de responsabilidad al Gobierno de haber puesto “toda la carne al asador” e incluso comenzar a vacunar ciudadanos con un medicamento experimental del que no se conocían datos concretos ¿Que hubiese ocurrido si se conocían datos adversos? ¿Cuanta información de la publicada por Lancet conocía el Gobierno previo a la compra de la vacuna?
Las vacunas no solo son una imprescindible herramienta sanitaria para acabar con el coronavirus sino que también se han transformado en elementos valiosos que la política ha utilizado en todo el mundo
En medio de toda esta situación, quizás como un apéndice de este cuento al que todavía le faltan escribir varios capítulos, se percibe cierta controversia respecto de quienes se han aplicado las escasas dosis que han llegado. Entre los tantos oficialistas que tuvieron que salir en defensa de esta vacuna y se la han aplicado hay varios que no parecieran ser esenciales o del denominado grupo de riesgo. Está claro que los principales miembros del Poder Ejecutivo tengan que darse la misma pero sorprendió la gran cantidad de jóvenes que ocupan cargos muy inferiores que se la hayan dado, más aún cuando todavía no se ha garantizado que todo el personal de salud y, porque no, los docentes se hayan dado la vacuna. Todo eso en el marco de una vacunación VIP que no tiene precedentes y que se ha cargado el propio ministro de Salud. En esa espectacularización de la política, fueron varios los que posaron para las cámaras con agujas en sus brazos, quienes recibieron más críticas que elogios. Una nueva demostración de divorcio de la realidad por parte de nuestra clase política. Ojalá que de cara al futuro prime la sensatez y se empiecen a asignar las vacunas a aquellos que realmente son esenciales para nuestra sociedad y no a aquellos que solo refuerzan, en gran parte desde el desconocimiento y el clientelismo, un discurso inerte y vacío de ideologías.