#8N y la crónica de UNa Argentina cíclica
Noviembre de 2012. Las calles aledañas al Obelisco estaban abarrotadas. Pancartas que clamaban por el respeto a la democracia se fundían en la multitud con otras que bregaban por la protección a las instituciones, el respeto a todos los derechos y sobre todo a la Constitución Nacional. Ese misma noche, los medios oficialistas tildaban la marcha de violenta y agresiva.
Noviembre de 2020. Las calles aledañas al Obelisco también continúan abarrotadas. En las redes sociales y también en los afiches alusivos se pide por la defensa de las instituciones, la protección de la propiedad privada, la independencia del Poder Judicial y el respeto a la Constitución Nacional. Ocho años pasaron entre aquella Argentina de Cristina Fernández de Kirchner y ésta de Alberto Fernández, como si nada hubiera pasado. Al igual que aquella vez, los medios oficialistas también tendieron a disminuir la importancia de la manifestación.
Sin la magnitud de otras marchas recientes (como las de mediados de agosto o de septiembre), el #8N parece una fecha que desafía a los gobiernos peronistas en este siglo. La marcha comenzó por redes sociales con autoconvocados e impulsada por los sectores opositores y abarcó diferentes reclamos: seguridad, economía, independencia de poderes y cuidado de las instituciones. Casi como si el país hubiera estado detenido durante 8 años, la Argentina de hoy tiene las mismas demandas de la Argentina de ayer y eso, estimado/a lector/a, habla de lo mal que se ha administrado todo en nuestro país.
SEGURIDAD, ECONOMÍA, INDEPENDENCIA DE PODERES Y CUIDADO DE LAS INSTITUCIONES: LOS GRANDES TEMAS QUE SE TRATARON EN ESTE #8N 2.0
Estas manifestaciones pacíficas deberían interpelar al Gobierno y su accionar en estos tiempos de pandemia. Ya no puede ampararse todo en el coronavirus y esconder bajo la alfombra del virus chino la deficiente gestión en tantos y tantos rubros, como las propias cuestiones ligadas la salud. Parecen premisas repetidas en la argentina de ayer y la de hoy pero mientras en otros países se avanza (o se intenta) en sentido de solucionar los conflictos de raíz, en Argentina continuamos acrecentando los problemas. Así, miramos con asombro como aumenta la pobreza, como se desplazan jueces con causas delicadas para con el poder de turno y como la economía se desploma lentamente y cae por un barranco que no parece encontrar piso, por más relato que quieran imponer sobre la gestión económica.
Seguramente esta marcha no habrá sido como aquellas en concepto de cantidad de personas, por más masiva que haya sido, pero continúa reafirmando el compromiso de una gran porción de la ciudadanía que se canso de grietas y que necesita ver indicios de que en el poder no hay un gobierno que coquetea con la inclusión (con el todos, todas y todes) pero que gobierna para unos pocos a quienes favorece y castiga a la clase media, la gran impulsora del motor productivo. Mientras otras sociedades avanzan, Argentina parece detenida en debates que no apuntan a solucionar algunas cuestiones esenciales y caen en una grieta que, ocho años después está más viva que nunca.