Fake News, la otra pandemia
La fórmula se repite: falso contenido y “creíbles” interlocutores. Por estos días, WhatsApp explota al ritmo de los audios falsos. Una médica dice tener “los huevos llenos” mientras brinda recomendaciones para el cuidado epidemiológico. No resulta muy creíble. En otro grupo, recibimos otro audio de una profesional de la salud que efectivamente trabajaba en el Instituto Malbrán describiendo un apocalíptico panorama en dicho lugar, algo que el propio Instituto y a quien se le adjudicaron los dichos tuvieron que desmentir. Son días de frecuentes audios en los que ninguno de los médicos se presenta y brinda alguna certeza de ser quién dice, algo que solo nos enteramos por el texto que acompaña el audio que circula, texto que pudo (y de hecho lo ha sido) adulterado en diferentes países.
Piezas auditivas acompañadas de otras teorías tan absurdas como improbables como la incidencia climática del virus y su no propagación en climas donde predomina el calor (y también el frío) o las bebidas calientes que anulan el virus en el cuerpo humano o el insólito intendente del conurbano bonaerense afirmando que iba a vacunar a todos los vecinos con una vacuna que hasta ahora no fue creada en ningún lugar del planeta tierra, son algunas de las incomodas compañías que nos llegan a diario por diferentes grupos en días de aislamiento. Precisamente en estos días donde las fake news pueden generarnos consecuencias sumamente graves como afectarnos la salud mental y generar malestar, angustia y confusión.
Algunos hicieron oídos sordos pero ya lo venía advirtiendo la Organización Mundial de la Salud durante el mes de febrero, sobre la “infomedia” y la sobreabundancia informativa y los peligros que ésta conlleva. En otros países está comprobado que el intercambio de información no verificada tuvo un impacto negativo en la velocidad de reacción de las sociedades frente a la pandemia, precisamente cuando la velocidad en la toma de medidas es un factor esencial para contenerla.
En el afán por proteger a los más cercanos y descansando en el irrefutable axioma “mejor enviarlo que no hacerlo”, muchas personas comparten contenido sin un mínimo chequeo desde la soledad de sus casas porque quiere “ayudar”. Qué se entienda bien: nadie pone en tela de juicio la intencionalidad de esas acciones pero a veces el efecto que surten es el completamente opuesto. En estos días de confinamiento obligatorio donde todos nos hemos volcado en demasía a nuestros teléfonos celulares, estamos consumiendo y compartiendo muchísimas publicaciones de forma irresponsable con los riesgos que ésta práctica acarrea. Prevenir para evitar contagios es fundamental y una manera de hacerlo es chequeando las noticias falsas y desmintiéndolas en caso de que éstas lo sean, algo que están llevando a cabo diversos sitios especializados en desinformación y chequeo de datos. Incluso la mencionada WhatsApp sumo a la OMS como herramienta y fuente de primera mano para combatir las fake news. Allí, el usuario puede conversar con un bot de la Organización y recibir información actualizada sobre el coronavirus.
Existen infinidad de estrategias para evitar caer en las telarañas de las fake news y muchas recomendaciones al respecto pero quizás las más acertadas sean el chequeo del origen de la información (¿Quién nos la envía? ¿Es fuente de primera mano o la recibió de alguien? ¿Quién se la envío a este contacto? etc.), la revisión de la autoría y contenido del material informativo recibido (Si es una nota periodística, información del periodista o medio que la difunde) y la investigación respecto del contexto, dado que es una frecuente práctica de estas noticias la difusión como actual de noticias antiguas. En materia de audios, se puede realizar un simple ejercicio, utilizando los sitios de búsquedas para revisar la información anotando las keywords -palabras claves- del audio y acompañarlo del término “WhatsApp”. Algo similar ocurre con las imágenes, las cuales pueden colocarse en estos sitios para revisar su autenticidad.
Debemos tener un comportamiento social a la altura de los tiempos que corren y eso implica no divulgar información sin saber de dónde proviene ni tampoco alimentar las noticias falsas. Es muy difícil no creernos todo lo que nos llega en una sociedad que aún en pleno siglo XXI deposita una fuerte dosis de credibilidad a la palabra escrita. La información verdadera suele presentar su fuente y es completamente verificable. Existen canales oficiales de organismos internacionales, organismos de gobierno y también algunos pocos medios de comunicación (en su sana dosis) que son imprescindibles para informarse respecto del virus. No debemos caer en teorías conspirativas incomprobables y asumir nuestra responsabilidad informativa respecto de lo que recibimos y enviamos. Desde ese compromiso con la verdad no solo gambetearemos la paranoia sino que podremos aportar una valiosa contribución al bien común colectivo.
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