Las mujeres estamos hartas
Por Narella Boscarol

El proyecto de Ley por la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) llegó al Congreso por segunda vez en la historia de nuestro país, a pesar de tratarse de la octava vez que es presentando en la Cámara Legislativa. A raíz de este inminente hecho, las redes sociales se empiezan a llenar poco a poco de mensajes, tanto a favor como en contra, así como las calles se comienzan a ver pobladas por activistas de ambos bandos, aunque estemos en pandemia. 

Entre uno de los tantos comentarios que leí, me llamó particularmente la atención un tweet que decía lo siguiente: “Ya no tengo energías para discutir sobre el aborto. Las gasté todas allá en el 2018. […]”, de la usuaria @milymingonett_. Cuando lo leí, me vi obligada a darle retweet y ponerle me gusta, porque me sentí inmensamente identificada, como creo que también les sucedió a las 54.400 personas que lo favearon.

La razón de verme reflejada en esas palabras es muy sencilla: estoy cansada de tener que argumentar por qué como cuerpo gestante me corresponde el derecho de acceder al aborto legal, seguro y gratuito. Y como yo, muchísimas mujeres más se encuentran agotadas de intentar discutir con personas anti derechos.

En el 2018 llevamos adelante una lucha histórica, que traspasó fronteras, transformando América Latina, tiñéndola de verde. También conquistamos Europa, donde revolucionamos la vida de millones de mujeres con nuestra marea feminista. Y es tal como dicen “para muestra basta un botón”, les paso a contar que durante mi intercambio en España, una compañera de clases me preguntó si tenía el pañuelo verde porque querían usarlo para un trabajo práctico, el cual trataba sobre la legalización del aborto en Argentina. Fue una lucha enorme, en la que dejamos nuestras fuerzas y sueños porque sabíamos que estábamos torciendo la historia en un país católico, machista y conservador. 

El proyecto de Ley por la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) llegó al Congreso por segunda vez en la historia de nuestro país y las redes sociales se empiezan a llenar poco a poco de mensajes, tanto a favor como en contra

Quizás por haber entregado prácticamente todo de nosotras fue que el golpe dolió tanto y que hoy estamos hartas de ver cómo nos siguen negando derechos. Cada una de las que marchamos al grito de “América Latina será toda feminista” lloró cuando unos hombres nos arrebataron, de nuevo, algo que solo nosotras deberíamos poder decidir. Todas dejamos un poco de nosotras en esas calles, porque cada una fue capaz de identificarse con todas las mujeres que debieron abortar en la clandestinidad, solas, con miedo, y miles incluso sin sobrevivir, con la vida arrebatada por la moral de unos pocos. 

Son infinitas las personas gestantes que abortaron y debieron hacerlo en la clandestinidad, por eso muchas de ellas tomaron esa lucha como personal. Otras, la tomamos como una lucha colectiva, porque fuimos capaces de generar lazos de empatía y solidaridad con cualquier mujer, así sea la persona más distinta a una. En el 2018, quienes estuvimos a favor del aborto legal descubrimos que no importan las clases sociales o las ideologías para sentirse hermanas y entender que nadie puede decidir sobre mí. 

En ese año, muchísimas de nosotras también descubrimos lo injusto que es el mundo. Entendimos cruelmente que nuestros derechos están en manos de hombres que tienen, en promedio, 65 años, mientras que quienes estamos en la vereda opuesta tenemos, en promedio, entre 20 y 40 años. Creo que como sociedad debemos indagar en el hecho de cuán lógico es que un derecho como acceder a una interrupción de un embarazo en condiciones dignas e iguales para todas lo decidan, en su gran mayoría, los hombres. Todavía nos debemos ese debate.

Estamos hartas que curas, arzobispos e incluso el Papa opinen sobre nuestro cuerpo y nuestros derechos. Estamos cansadas de escuchar a representantes hombres de distintas religiones catalogar nuestras acciones como un pecado. Estamos agotadas de tener que lidiar con una moral impuesta, ajena a muchas de nosotras, que no determina nuestras vidas en lo más mínimo. Estas hartas de tener que decirles, casi a los gritos, que cada uno con su vida hace lo que quiere.

Pero, sobre todo, estamos hartas que cada día que pase nos maten. No le alcanza al Estado con no saldar una deuda histórica con nosotras como es la promulgación de la IVE, sino que también se trata de un Estado femicida, que no nos cuida de la violencia machista, que ampara a un sistema judicial patriarcal que ya mató a 227 de nosotras entre enero y octubre de este año. Estamos agotadas de no poder vivir en paz porque no sabemos si no seremos alguna de nosotras la siguiente en morir en las próximas 32 horas.

Capaz sea por todo esto que enumeré anteriormente o porque la pandemia nos cargó aún más de responsabilidades, obligándonos a llevar a cuestas no sólo el trabajo desde casa (las que todavía lo conservan, ya que la recesión económica nos golpeó más duro a nosotras) sino también los cuidados del hogar, que ya no tenemos más ganas de discutir sobre el aborto legal. Ya no queremos escuchar más comentarios machistas, retrógrados ni falaces por querer tener libertad de decisión. Ya no queremos tener que hacerle entender a Raúl de 60 años que no somos menos mujeres ni malas personas por quedar embarazadas y no querer maternar. Ya no queremos tener que dar mil argumentos para que nos otorguen un derecho reconocido en prácticamente todos los países avanzados.

Es hora que los políticos estén a la altura de las circunstancias y que ésta vez ellos se carguen al hombro la responsabilidad histórica frente a las que están. Es hora que diputados y senadores nos den la posibilidad de decidir sobre una acción que es nuestra y de nadie más. 

Tal vez, al final de cuentas, el 2020 no termine siendo tan malo.