El muro

Dos meses antes de la caída del Muro de Berlín, la banda alemana Scorpions lanzó la canción “Winds of Change”. Querido lector: si por esas cosas de la vida no conoce la canción, lo invito a que acompañe la lectura de este artículo con el tema de fondo. La canción, cuyo videoclip muestra imágenes de la construcción del famoso Muro, se transformó en uno de los grandes hits de la época. Los oriundos de la ciudad de Hannover jamás imaginaron que su canción se convertiría en un ícono para recordar el día de la caída del comunismo.

En una revisión de diversas historias publicadas en los medios, sobre el Muro de Berlín, quedé fascinado con la de Monika Schmalfuss. Monika nació en Hof (en el Oeste alemán). Poco tiempo después, sus padres quedaron desempleados y decidieron mudarse al Este, donde habían recibido algunas ofertas laborales. Un día, su padre regresó al Oeste y allí se quedó. Su madre y ella no contaban con la autorización para abandonar la República Democrática Alemana. Pasaron 7 años hasta que volvió a juntarse con él. Ella misma recuerda en un artículo: “Nunca más tuve una estrecha relación con mi padre”Familiares alejados, secuelas psicológicas, pérdida de seres queridos y demás: Historias de esta índole conviven a lo largo y ancho de toda Alemania. 

Familiares alejados, secuelas psicológicas, pérdida de seres queridos y demás: Historias como la de Monika Schmalfuss conviven a lo largo y ancho de toda Alemania. 

En esta semana se conmemora un nuevo aniversario (27avo.) de la caída del Muro de Berlín, un 9 de Noviembre de 1989. La República Democrática Alemana también lo denominó como “Muro de Protección Antifascista”. El recuerdo a este episodio no admite confusión. A diferencia de otros países, Alemania no reniega de su historia sino que considera al pasado un punto de referencia, pero que no debe mantener atrapados los pensamientos ni las acciones.

Hace 27 años, Alemania superaba una división que fue consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, enfrentamiento bélico que había empezado por obra y gracia de su propio nacionalsocialismo. La ironía de la historia. “El Muro de Berlín es un ejemplo estremecedor y fascinante de cómo, en una ciudad moderna, puede erigirse una estructura brutal y extrema”. La definición contemporánea del historiador Frederick Taylor describe a la perfección lo que representa este muro de 160 kilometros (45 de ellos en Berlín) completo de alambre de espino, fosos, barreras antitanque y torres de vigilancia.

Mi primer contacto con una pieza del Muro se dio en Enero de 2010, cuando concurrí al John F. Kennedy Presidential Library & Museum, muy lejos de la hermosa ciudad alemana. Recuerdo haberme quedado varios minutos mirando ese gigante pedazo de hormigón, leyendo algunas historias que había al costado del mismo. Sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, la misma sensación que experimenté cuando me enteré de la “frontera lumínica” (esos 8000 globos que se encenderán el día de hoy y el día domingo serán soltados al aire por toda Berlín). Esas sensaciones se hicieron carne cuando pude concurrir a la misma Berlín y caminé varios kilómetros alrededor del muro, de uno y otro lado.

En su habitual crítica a la cultura norteamericana, un conocido con poco conocimiento de la historia del Siglo XX, me dijo: “Que ladrones ¿Qué hace un pedazo del Muro en el Museo de Kennedy?”. Seguramente no conozca del inolvidable discurso de JFK en Berlín, allá por junio de 1963, cuando dijo ante una multitud: “Ich bin ein Berliner” (“Yo soy un ciudadano de Berlín”) con motivo del decimoquinto aniversario del bloqueo de Berlín impuesto por la URSS. Cinco meses más tarde, el trigésimo quinto presidente norteamericano fallecería sin siquiera ver la caída del Muro ni nada similar a sus esperanzas de una hipotética reunificación alemana, concepto que remarcó en aquel discurso (Se puede acceder al discurso subtitulado en https://www.youtube.com/watch?v=zVg_bGfk_O4).

Mikhail Gorbachov es responsable directo de este quiebre en la historia teutona. Con la glasnost y la perestroika, el último líder de la Unión Soviética, quedará en la historia por ser quien implosionó el Muro desde el interior. En una entrevista reciente al diario El Mundo, el Nobel de la Paz afirmó que quiso “derrumbar el Muro dos años antes porque era el deseo del pueblo alemán”. A 27 años de aquel episodio, todos los medios le reconocen merecidamente su valentía y coraje.

La caída del Muro de Berlin fue “la caída de un árbol, que cae porque su tronco está podrido”, tal como definió el propio Gorbachov. El Muro reflejaba la sinonimia de la división ideológica de Europa en dos grandes bloques: el capitalismo occidental y el comunismo oriental. Su caída puso fin al comunismo y a la Guerra Fría, además de reunificar Alemania geográfica y políticamente consolidándola como una de las mayores potencias europeas, evidenciado en su presencia en el G8.

Se han dedicado innumerables obras de artistas relacionadas a este episodio. La propia canción de Scorpions, el disco “The Wall” de Pink Floyd y la novela de espionaje “El espía que vino del frío” de John Le Carré, completan mi podio de grandes obras ligadas al Muro. Recordar el episodio y sus vicisitudes desde este humilde espacio es mi forma de homenajear a uno de los hechos más importantes de la historia europea de fines de Siglo XX.